Dos miradas para una máscara

El punto de partida en mi experiencia fue el encuentro con el cuero, descubrir la máscara me abrió las puertas hacia la creatividad.

Como soy autodidacta obstinado, empecé a buscar la manera de crear los moldes. Usé la madera porque era el método tradicional de crear matrices aunque preferí encaminarme hacia el modelado de la arcilla.

Doy cada vez más importancia a cada fase de la creación. El cuero es una materia viva que respeto profundamente. Me gusta sentir bajo mis manos como se ablanda el cuero en el agua, verlo tomar forma sobre la matriz y poco a poco llegar a los signos de la expresión abriéndome un camino entre la resistencia de la materia y su flexibilidad. Luego llega el momento en que se separa la máscara de la matriz. Este instante es el primer respiro de la máscara, se descubre un espacio de luz… después las manos siguen definiéndola, y cuando te colocas la máscara por primera vez, entras también en contacto con la magia: segundo respiro, la materia cobra vida.

Mi vínculo con las máscaras se fortaleció cuando empecé a utilizarlas improvisando en el carnaval de Venecia. Solo poniéndose una máscara, uno se da cuenta de lo exigente que es, su uso requiere muchas cosas. Sin el respiro, y sin la energía y la escucha al material, la máscara no existe.

Con las máscaras, recorrí un camino que me permitió acercarme al mundo de las artes escénicas.

Fue la llave para ampliar mi visión, para entrar en una realidad que es intrínseca a la máscara: esconder para revelar, esconder para dar paso a otra realidad mucho más expuesta.

Nuestros antepasados la utilizaron para sobrevivir y ponerse en contacto con las fuerzas de la naturaleza. Se camuflaban con pieles de animales para cazar, usaban máscaras en rituales para invocar dioses. La máscara es un objeto ceremonial sagrado y a la vez un objeto profano utilizado en bacanales y carnavales. La máscara está vinculada no solo con la vida sino también con la muerte, cubría el rostro del difunto en diversas civilizaciones.

La máscara es una puerta hacia otro mundo, que sea en el teatro, en los rituales de vida o de muerte, en la danza…

El objeto máscara evidencia la necesidad de un incesante vaivén entre el mundo exterior visible y el mundo de lo sensible, del invisible. La máscara estimula la mirada interior y puede dar miedo porque es potente pero nos permite viajar y salir de la caverna.

Renzo Sindoca (mascheraio)

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