En occidente la formación artística está muy enfocada a formar creadores que tengan cosas que decir. Tengo muy presentes mis años de formación como actriz, después como directora y dramaturga en los que la angustia por el qué quiero contar, el qué tengo que decir y cuál es mi visión del mundo eran una presión y una obligación constante. También me formé en educación infantil y pienso lo útiles que fueron aquellos años.
Estudiar cómo aprendemos antes de los tres años a entender el mundo y relacionarnos con él. Antes de aprender a hablar escuchamos, antes de repetir observamos, antes de clasificar lo manoseamos y saboreamos todo. Me pregunto pues si en nuestra prisa por formar artistas diligentes y empoderados, no estamos formando artistas de sentidos apagados y toneladas de soberbia con el mundo que les rodea. Como ciegos entrenados que pretenden dibujar el mundo sin detenerse a observarlo.
También me pregunto si la desconexión del GRAN TEATRO, el de las grandes ciudades, con los problemas de su contexto, más que un ejercicio de egocentrismo, es una ceguera aprendida escudada en profesionalismo. Así pues corren tiempos para repensarlo todo, desde el principio, repensarnos en el hecho artístico desde cómo fuimos y seguimos siendo configurados desde la educación. Vivimos en un presente cargado de ganas de tener la razón a toda cosa aunque no tenga sentido…y quizá buscar el sentido por el sentido mismo, como fin de este bello oficio de las artes teatrales. Tal vez una revolución que milita en la ternura, en la duda, en la observación o en la escucha.
Claudia Tobo (autora, intérprete, directora, productora, pedagoga)